Hoy en universohijos.com hablaremos sobre los conflictos, pequeñas disputas y peleas entre hermanos. ¿Por qué son tan frecuentes? ¿Es posible evitarlos? ¿Cómo podemos gestionarlos?
¿Por qué son tan frecuentes los conflictos y peleas entre hermanos?
Esa patada voladora, ese empujón, esa broma del mayor al pequeño, ese pequeño que exagera a modo de víctima, ese ahora somos amigos y ahora nos odiamos, ese no me hables nunca más que se desvanece con un, me aburro, ¿a qué quieres que juguemos?
Las relaciones entre hermanos son difíciles de conceptualizar. Entre hermanos es bastante común que se desarrollen conflictos en parte por la posición que ocupan ambos hermanos dentro del sistema familiar. Es más, se suele hablar de conflictos entre hermanos, pero en realidad, cualquier miembro del sistema puede llegar a desarrollar un conflicto con otro miembro.
Los conflictos entre hermanos se desarrollan en parte por el miedo a perder. A perder un derecho, un reconocimiento de otro miembro del sistema y un privilegio. Al hermano mayor le preocupa dejar de ser el pequeño rey absolutista porque aglutina todo el poderoso amor de sus padres. El pequeño por su naturaleza de pequeño, justamente, tiende a ser ese centro de atención y protección emergiendo como competencia del mayor. Luego está ese hermano mediano, perdido, que tiene de algún modo que destacar para no dejar de ser alguien importante, que combina ambivalentemente roles de mayor y de pequeño.
Como vemos no es nada fácil gestionar la idiosincrasia del sistema familiar. Además, estamos ante algo tan abstracto como es lo simbólico: La posición que ocupo “yo” en un sistema de relaciones familiar que existe, que no puede verse pero que genera sentimientos, estados de ánimo, dinámicas y consecuencias en la conducta de los miembros.
¿Es posible evitar las peleas entre hermanos?
Ante conflictos de esa naturaleza por la supervivencia del reino familiar, uno tiende a intentar evitar el conflicto. Pero, aquí la clave no es la evitación, sino la gestión. Los conflictos, son inherentes al ser humano. ¿Por qué? Porque todos y cada uno de nosotros es distinto, no hay nadie que tenga la misma personalidad, las mismas experiencias, vivencias y forma de pensar.
Y aquí la clave: tendemos a pensar que lo que pensamos es la única verdad, que nuestro punto de vista es el más legítimo de todos y que los demás tienen que ver el mundo como nosotros lo vemos y sino es porque están equivocados. Lo cierto es que no es así.
Volviendo a los hermanos, éstos entre ellos también son distintos y por lo tanto el conflicto tenderá a desarrollarse. El conflicto en sí no es malo ni bueno, simplemente es. Pero si vamos un poco más allá, nos pueden ayudar:
- a educar en la empatía hacia el otro: intentar encontrar las razones del otro, sus por qués y sus razones.
- a ser menos egoicos o por lo menos, a reconocer que lo somos: ayuda al conocimiento de uno mismo, a hacernos preguntas (por qué me molesta tanto lo que dice?, ¿por qué necesito tener la razón y ganar esta pelea?), a abandonar esa creencia de que sólo nosotros tenemos la verdad.
- a ampliar los campos de visión marcos teóricos: si yo salgo de ese estado egoico, puedo admitir que los demás, aunque tengan posiciones muy distintas a la mía pueden tener también razón, o sea, su razón. La forma como ven el mundo los demás puede ayudarnos a ampliar o a discutir creencias o opiniones propias.
- a ser más tolerantes: para poder aceptar la diversidad y aprender gracias a esta diversidad.
¿Cómo podemos solucionarlos?
Llegados a este punto, al no ser evitables y además viendo ese potencial educador que tienen vayamos a ver cómo podemos gestionarlos para poder solucionarlos.
Es importante la figura del educador-adulto. Pero es importante cuando desarrolla un papel mediador y no de juez. Principalmente porque el juez genera dependencia: es decir, en conflictos futuros tendría que aparecer la figura del adulto para ir decidiendo quién gana la partida.
¿Veis? Esto es justo lo contrario de lo que queremos, no sólo porque queremos que crezcan en autonomía sino también porque el juez-adulto dictamina que siempre una parte tiene la razón.
Por esto, es necesaria la figura del adulto que tiene una vocación mediadora:
- escuchar ambos relatos
- preguntar para hacer reflexionar: ¿por qué le has pegado una patada? ¿crees que podrías haberle dicho lo mismo sin pegarle?
- ponerse en los zapatos del otro: ¿por qué crees que te ha pegado? ¿cómo se sentía tu hermano?
- resolvemos conflicto: ¿cómo vais a solucionar vuestra pelea? ¿qué podríamos hacer para que tu hermano A estuviera contento? ¿qué podríamos hacer para que tu hermano B lo estuviera?
Como veis, la patata caliente la tienen los que originaron el conflicto. Es evidente, que el juez puede dictaminar mucho más rápido que el adulto-mediador, pero ¿qué valores educativos inculcamos? ¿Veis todo el potencial que tiene la mediación? No sólo sirve para aplicarse en casos de divorcio entre adultos, sino que también es una herramienta educativamente muy potente porque permite trabajar la inteligencia emocional, la interpersonal y la intrapersonal.
Esto es todo por hoy, recordad que podéis proponer temáticas, exponer vuestros casos y reflexiones en www.universohijos.com/podcast.
¡Nos escuchamos en el próximo episodio!